Sobre una mesa redonda, varios grandes
entrelazan algunos planes;
Masticando hierbas buenas y una que otra
escritura casi apolillada;
Los recuerdos los invaden sin retorno,
desatornillando viejos sueños;
Disecando el charqui para compartir, con
algún holgado vaso de chicha y limoná.
Gabriela, Pablo, Violeta, Andrés y Pablo
otra vez;
Sus estampas talentosas están en busca de
algún sucesor;
Revisan más de algún currículum, escrito en
prosa majestuosa;
Intentan dilucidar quién de los
postulantes, posee aquél dichoso don.
Aquí yacen sus desplomes, aquí yacen sus
premios ya pasados;
La gloria poética toco sus hombros sin
pudor, para posarlos en esta tierra;
Separando la cosecha, se necesitan cultivar
nuevos protestantes poéticos;
De acuerdo están todos los grandes, mirando
desde el cielo que nos invade.
Supe de esta fulminante postulación por un
aviso incrustado en mi piel;
Escondida en un recóndito lugar, que se
avisto sólo hace un par de horas;
Se fraguo con dolor, por culpa de la
extrema sensibilidad de mi existencia;
Lo que creía una miseria, se ha ido
convirtiendo en el camino del prodigio.
Continúan debatiendo entre tanto papeleo,
sin burocracia inunda la pasión;
Escucho a lo lejos sus risas, sus miradas y
más de alguna consigna politizada;
Sus seres me estremecen, su genialidad me
asombra, los espero ansiosa;
Pero la campana para salir a recreo ha
tocado, la maestra Gabriela.
Don Pablo por dos, se traspasan sus
experiencias ya sin acalorarse;
Andrés les presenta un alucinante proyecto,
a los angelitos guardianes;
Mientras Violeta, le enseña a cantar más de
alguna tonada a Gabriela;
Compartiendo los entremeses mencionados,
más un caldillo de empanadas.
Regresan a la mesa sin cojeras, para continuar como funcionarios
públicos;
Ya tiene algunos elegidos, están a la
espera de que completen sus obras;
Para
echarles una ojeada y un aliento de emoción, para luego la bendición;
Ya siento algunas gotitas de agua bendita,
resbalando por mis utopías...
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