No tengo recuerdos
concretos de la primera vez que comencé a escribir este tipo de desvaríos,
puede ser alguno de los diarios de vida que en mi niñez tuve y que jamás
concluí.
Siempre escribiendo
y abandonando por “ahí”, cuadernos, hojas sueltas, servilletas manchadas con
tinto o cerveza, besuqueos, amores inciertos. Soy una mujer “dispersa”, fue el
comentario final a una serie de sesiones de psicoanálisis, a las cuales acudí
como conejillos de indias de una estudiante de Psicología… me quedó dando
vueltas aquel cuasi “diagnóstico”. Tenía toda la razón? y debía
comenzar a ¿“ensamblarme”?...
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